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MANIFIESTO COMPRENSIÓN LECTORA I FORO DE EXPERTOS EN
COMPRENSIÓN LECTORA GRANADA, 8 Y 9 DE SEPTIEMBRE DE 2014
La comprensión
lectora es una de las cuestiones pedagógicas que más interés y controversia
suscita en la actualidad. Es objeto de reflexión y debate en los más diversos
foros. Las numerosas investigaciones que abordan su significado y su
aprendizaje corroboran su relevancia y su oportunidad. El I Foro de Expertos en Comprensión
Lectora, celebrado en Granada los días 8 y 9 de septiembre de 2014, ha reunido
a un grupo plural de profesionales que han debatido en cuatro mesas de
discusión sobre las distintas perspectivas de la comprensión lectora. Como
resultado de sus discusiones se hace público el siguiente documento.
COMPRENSIÓN LECTORA
La lectura es una práctica individual pero a la vez social y cultural
dado que tiene lugar siempre en un concreto momento histórico y en una
comunidad específica, lo que determina inevitablemente un orden interpretativo.
La comprensión lectora es el resultado de un complejo proceso de interacción
entre un texto y un lector que hace posible finalmente construir un significado
personal del texto leído. Lograr esa capacidad interpretativa debe ser el
objetivo principal de los aprendizajes escolares. A pesar del notable
incremento de las investigaciones sobre la comprensión lectora existe aún un
notorio desequilibrio entre los modelos teóricos y las prácticas de aula. Una
de las prioridades en relación con la mejora de la comprensión lectora es la
transferencia e integración en las experiencias pedagógicas de los resultados
de esa abundante investigación, de modo que puedan establecerse vínculos
efectivos entre teoría y práctica. No existen, sin embargo, modelos sobre la
comprensión lectora que tengan en cuenta e incorporen todas las perspectivas
que entran en juego en su enseñanza y aprendizaje, por lo que consensuar un único
modelo teórico sobre el que sustentar las prácticas docentes no resulta fácil,
pese a lo cual debe ser un objetivo preferente de cualquier centro educativo
definir estrategias didácticas adecuadas a los diferentes niveles, así como
asegurar la estabilidad y la continuidad de los proyectos de comprensión
lectora. Ayudaría, en ese sentido, conocer y divulgar experiencias de éxito nacionales
e internacionales en ese campo.
LECTURA, TEXTOS Y LECTORES El concepto de lectura se ha ampliado de tal
manera y se ha hecho tan complejo que ya no es posible seguir pensando y
actuando con criterios y conceptos del pasado.
La lectura debe concebirse como un aprendizaje interdisciplinar y
transversal, como una competencia cuyo desarrollo incumbe a todo el profesorado.
El estímulo de la comprensión lectora debe superar el encasillamiento y la
separación entre materias y asignaturas, más aún a partir de los recursos que
proporcionan las TIC, y entender ese proceso desde una perspectiva no
exclusivamente pedagógica sino social, cultural y crítica. Para comprender textos no basta con que el
alumnado sepa leer. Tiene que aprender a comprender los textos específicos de
las distintas áreas curriculares. En todas las asignaturas deben favorecerse
esos aprendizajes, sin que ello se perciba como una actividad que “quita
tiempo”. Es fundamental instruir a los alumnos en nuevas formas de lectura,
enseñarles a leer y comprender los diversos textos que los rodean. En ese
sentido, es urgente superar la oposición entre lectura literaria o por placer y
lectura para aprender. La lectura para aprender también puede ser placentera,
lo cual requiere poner de relieve su valor y enseñar a leer teniendo en cuenta
ese objetivo. Es preciso desarrollar
competencias lectoras multialfabetizadoras. La alfabetización mediática o la
alfabetización digital, que dan respuesta a los nuevos contextos de aprendizaje
e información, deben desarrollarse a la par que la alfabetización textual. El
concepto de leer no puede seguir ignorando la lectura digital. Por el
contrario, debe integrar los nuevos modos de buscar y seleccionar información,
de relacionar textos entre sí o con otros medios artísticos, de establecer
distintos itinerarios de lectura, etcétera. A menudo, sin embargo, se introduce
y utiliza la lectura digital en los centros educativos de manera un tanto
improvisada, sin objetivos claros ni reflexiones previas. A la hora de promover
la comprensión lectora en el denominado „tercer entorno‟ hay que tener en
cuenta el valor social, cultural e ideológico de las TIC y sus repercusiones en
el desarrollo crítico y creativo de los individuos. Se hacen necesarias
investigaciones específicas sobre la repercusión del soporte digital en los
modos de leer y comprender, así como en la adquisición del hábito lector. El
desarrollo de la comprensión lectora en el entorno de las TIC debe tener en
cuenta los rasgos específicos de los medios de comunicación de masas, como la
publicidad sobrevenida o la sobreabundancia informativa, por lo que es
necesaria una transformación metodológica para enseñar a relacionarse con
textos y a producirlos, propiciar la comunicación interactiva, realizar un
análisis crítico de la información y los contenidos multimedia. Al hablar de comprensión lectora hay que
tener en cuenta las nuevas textualidades. Es preciso incorporar a las prácticas
de enseñanza los nuevos tipos de textos, que han de ser elegidos con criterios
de diversidad, actualidad y funcionalidad social. Para el desarrollo de la
comprensión lectora ya no bastan los textos sobre los que se ha construido
tradicionalmente su enseñanza. Los libros de texto ya no pueden ser tampoco las
únicas fuentes de textos y ejercicios, pues unos y otros resultan a menudo
insuficientes e inadecuados. De igual manera, ya no es suficiente con
comprender el código escrito. La web ha multiplicado los códigos, lo que
demanda nuevos objetivos y nuevas prácticas. Los aprendizajes deben incluir los
códigos verbales, no verbales y visuales. La hipertextualidad y los
hipervínculos han otorgado a la lectura aún más complejidad. Hay que tener en
cuenta que el cambio de formato no implica un cambio en el contenido de los
textos, pero sí requiere un cambio metodológico en la manera de leer, en tanto
que reclama nuevas vías de conocimiento y aprendizaje. Se está perfilando, en consecuencia, un nuevo
tipo de lector, cuyos rasgos han de definirse con rigor a fin de ajustar a
ellos las propuestas y las actividades escolares de lectura. Hay que pensar ya
en lectores multimodales, flexibles y creativos. La formación de esos nuevos
lectores debe sustentarse en programas claros, factibles y evaluables. La
competencia comunicativa del alumnado exige tener en cuenta la alfabetización
informacional, la educación literaria, la capacidad de producir y emitir textos
orales, escritos y digitales, la capacidad crítica frente a los medios de
comunicación audiovisuales, el uso de las bibliotecas escolares y digitales…
Las TIC pueden contribuir a superar la rígida división actual de las materias
escolares y participar en el desarrollo de la comprensión lectora. Lectura y
placer pueden tener en las TIC un gran aliado, a condición de aceptar sin
reservas su capacidad para contribuir a la educación lingüística y literaria y
a la comprensión de textos de uso social. También aquí deben conciliarse
motivación, mediación y rendimiento. No todos los alumnos van a ser lectores de
textos literarios, pero todos deben ser buenos lectores. Esa formación debe
garantizarse sin excepciones. La emergente brecha digital puede constituir una
nueva forma de exclusión, pues afecta directamente a la adquisición de la
comprensión lectora sustentada en las TIC.
AULAS, BIBLIOTECAS, RED Es perentorio renovar y mejorar
las prácticas de aula en torno a la comprensión lectora y el fomento de la
lectura. A menudo, las estrategias de comprensión no son las adecuadas. Es una
tarea que concierne a todos los niveles educativos, incluyendo la educación
universitaria. Los planes de lectura de
los centros educativos deben redefinirse. No deben ser propagandísticos ni
seguidistas, ni estar sometidos a intereses editoriales o tecnológicos. Deben
concebirse sobre todo como medios para la consecución de la competencia
lectora. Y no solo deberían elaborarse planes de lectura para la infancia o la
adolescencia, también las personas adultas deberían poder beneficiarse de
ellos. La comprensión lectora está
estrechamente vinculada con las tareas de dinamización lectora, con aquellas
actividades que rebasan el trabajo habitual en las aulas. Es sabido que los
lectores que leen con gusto y por propia voluntad tienen menos dificultades
para leer, se concentran más y tienen un más exitoso desarrollo escolar. Sin
embargo, las actividades de comprensión lectora y de fomento de la lectura no
suelen estar integradas. Aparecen erróneamente como dos campos ajenos e
incomunicados. Las actividades de dinamización lectora deberían fijarse en
función de los destinatarios y sus necesidades. Deberían programarse con
ambición y sensibilidad, teniendo en cuenta los contextos escolares y sociales
de los alumnos, superando el estrecho marco que ofrecen los libros de texto.
Muchas actividades de animación a la lectura se siguen realizando sin objetivos
definidos ni conciencia de su validez o ineficacia. Con frecuencia se confunden
comprensión lectora y análisis de textos. La lectura debe entenderse siempre
como una relación personal con un texto, con todas las consecuencias que de esa
interacción se derivan. Analizar filológica o retóricamente un texto no debería
ser el modo de lectura preponderante en la infancia y la adolescencia. En los
primeros años de formación debería evitarse enseñar gramática o sintaxis por
medio de la literatura. El uso didáctico de los textos literarios ha causado
muchos estragos. El placer de leer no se estimula usando la literatura como un
instrumento de aprendizaje lingüístico. Hay que tener en cuenta además que el
lenguaje usual y el lenguaje literario no son exactamente iguales. Son dos
sistemas lingüísticos diferenciados que deberían tener enseñanzas diferenciadas.
Se da el caso incluso de que el conocimiento metaliterario no está bien
desarrollado en los libros de texto. En tal sentido, convendría diferenciar la
lectura instrumental de la lectura voluntaria y placentera, que es la que crea
de verdad hábito lector. En el origen de esos hábitos está siempre el deseo de
leer. En las aulas debería estimularse y consolidarse ese deseo, para lo cual
resulta muy útil hacer partícipes a los demás de las experiencias personales de
lectura, con el profesor como guía. Entender los grupos como comunidades de
lectores que comparten sus respuestas a los textos literarios resulta muy
provechoso. El canon de aula debería
poder combinar sin conflicto los libros que se leen por gusto con los libros
requeridos para los distintos aprendizajes. La literatura infantil y juvenil
debería formar parte relevante de ese canon en los diversos niveles educativos
y compartir espacio con libros cuyos textos promueven otras formas de leer,
comprender y conocer. Las actividades de
comprensión lectora deben tener en cuenta las tres actividades lingüísticas
básicas: hablar, leer y escribir. Deben integrarse en un proceso conjunto y
armónico. Es preciso mejorar y potenciar el lenguaje oral, así como la
expresión escrita, pues la comprensión de un texto está indefectiblemente unida
a las actividades de oralidad y escritura. Escuchar, que es un aspecto
implícito en cualquier proceso de comunicación, debería ser un objetivo
preferente de toda enseñanza. En los aprendizajes en general y en la comprensión
lectora en particular es muy importante prestar atención al ambiente, las
circunstancias, la disposición (estados de ánimo, actitud hacia la lectura,
finalidad de la lectura…) y las experiencias de lectura (itinerarios de
lectura, competencia lectora y literaria, hábitos lectores, ambiente familiar y
entorno escolar...). La selección de lecturas es una tarea de suma importancia,
pues a menudo determinan la actitud del alumnado hacia la lectura. De ese
contexto no pueden estar excluidas las TIC. Los planes de dinamización lectora
deben entenderlas como un componente fundamental en el logro de sus objetivos,
tanto en el ámbito escolar como bibliotecario o sociocultural. Las bibliotecas escolares deben jugar un papel
fundamental en el desarrollo de la comprensión lectora. Su fortalecimiento
puede contribuir a alcanzar más fácilmente ese objetivo. Las bibliotecas escolares deben estar
conectadas estrechamente con las aulas, convertirse en espacios frecuentemente
visitados y tener usos diversos. Su papel en la creación de hábitos de lectura
es crucial. Se necesitan para ello crear bibliotecas escolares activas, con
buenas selecciones de libros, con propuestas que dosifiquen las
interpretaciones, con planes de lectura bien definidos, con estrategias claras en
pro de la comprensión lectora y que contemplen en todo momento las
alfabetizaciones múltiples. Las bibliotecas están obligadas a trabajar con todo
tipo de textos y colaborar con todos los departamentos del centro, pero
asimismo con las familias y la comunidad educativa en general. Los libros, los espacios, los tiempos, las
lecturas, las actividades, el acompañamiento, la colaboración con otras
bibliotecas… son cuestiones esenciales que afectan a las bibliotecas escolares
y que conviene cuidar en extremo, pues contribuyen de manera decisiva al
proyecto común de la comprensión lectora. Las bibliotecas escolares no deben
ser ajenas a los recursos de la Red, sino integrarla en su funcionamiento. La
Red es en sí misma una gran biblioteca.
Las lecturas compartidas por los alumnos, la promoción de clubes de
lectura o el intercambio de experiencias entre lectores son actividades que las
bibliotecas escolares pueden alentar y cuyos beneficios son notorios y
relevantes. Es sabido, por ejemplo, que los alumnos que preparan lecturas para
otros desarrollan y afirman sus habilidades lectoras.
FORMACIÓN DEL PROFESORADO
Se evidencia que, con respecto a la comprensión lectora, la formación
del profesorado, sobre todo la inicial, es claramente insuficiente. La lamentable
realidad es que muchos alumnos universitarios, cuya aspiración es ejercer la
docencia, no son lectores habituales, no leen voluntariamente. Esa carencia
repercute negativamente en las prácticas de aula una vez que inician su
actividad docente. Se encomienda así el impulso de la comprensión lectora a
unos falsos lectores, que valoran mucho la lectura aunque ellos no la ejercen.
Fomentar en los alumnos universitarios hábitos lectores significa hacerlos
conscientes de que la lectura no es una práctica inevitable en sus estudios
sino una parte fundamental de su formación profesional, pues está directamente
relacionada con su futuro trabajo en las aulas.
Se detectan asimismo carencias en el profesorado en activo. Y aun
aceptando que el profesorado no constituye un grupo homogéneo y unánime, es
preciso repensar seriamente las prácticas de aula para validar o no su
adecuación para el aprendizaje de la comprensión lectora. Es preciso
concienciar al profesorado acerca de la necesidad de que las actividades pedagógicas
deben estar sustentadas en modelos teóricos sólidos y vencer asimismo sus
frecuentes resistencias a los cambios. Es cierto que los muchos programas que
se promueven en los centros escolares dispersan la atención del profesorado,
pero no es menos verdad que el desarrollo de la comprensión lectora tiene una
incidencia muy importante en el rendimiento global del alumnado, por lo que hay
que abogar por la implicación de todo el profesorado en esa tarea. Es
primordial hacer consciente al profesorado de las áreas no lingüísticas de la
importancia de trabajar la comprensión lectora y de la necesidad de
proporcionar experiencias placenteras de lectura en sus respectivos campos. Es
necesario y urgente insistir en la formación inicial del profesorado, revisar y
actualizar no solo los contenidos teóricos sino también y fundamentalmente los
aspectos metodológicos. La formación inicial debe estar orientada a la práctica
y debe tratar de unificar criterios y lenguajes. El reto es no desvincular la
formación inicial de las prácticas que se llevan a cabo en las aulas de
educación infantil, primaria y secundaria. Esa formación debería tener muy en
cuenta los tópicos, convicciones y creencias erróneas de los alumnos
universitarios acerca de las razones de la lectura, que a menudo comparte
también el profesorado en activo. La formación inicial debe contemplar
asignaturas que pongan especial énfasis en los conocimientos relacionados con
el aprendizaje de la lectura y escritura y que a la vez sean reconocidas como
esenciales para el futuro desempeño profesional del alumnado. Hay que revisar
en profundidad los contenidos lingüísticos de los programas universitarios. Es
inadmisible que la formación inicial de los futuros docentes dependa en gran
medida de las opciones e interpretaciones que de los programas de las
asignaturas puedan hacer los profesores. Habría que garantizar unos
conocimientos mínimos de esas materias a todo el alumnado, por exigencias
pedagógicas y deontológicas. A pesar de
las dificultades para incluir en los planes de estudio universitarios
asignaturas relacionadas con la comprensión lectora, es preciso caminar hacia
un modelo común que especifique qué es necesario y prioritario enseñar. La
participación del profesorado en activo en esa definición es muy importante.
Hay que articular un modelo equilibrado de formación que contemple tanto las
necesidades formativas del alumnado universitario como las del profesorado en
activo. Hay que superar el desequilibrio actual entre la autonomía
universitaria y las necesidades del sistema educativo. Entre la formación
inicial y la formación permanente deben buscarse pasarelas que las mantengan
vinculadas y permeables. Y tanto una como otra deben insistir en la
alfabetización informacional a fin de poder desarrollar la competencia
comunicativa y la comprensión lectora del alumnado. La formación del
profesorado debe fomentar la autonomía profesional y la práctica reflexiva, y
debe inculcar al mismo tiempo la capacidad y la conciencia del trabajo en
equipo, así como la necesaria cooperación con las administraciones educativas,
que a su vez deben poner todo su empeño en estimular y sostener la formación
permanente del profesorado. Reclamar suficientes recursos humanos y económicos
para la mejora de la competencia profesional no es una petición caprichosa sino
una reclamación elemental y perentoria. La autonomía del profesorado no es
incompatible por lo demás con la implicación de la comunidad educativa en la
consecución de la comprensión lectora. La innovación educativa en el campo de
la comprensión lectora debe ser un objetivo fundamental. Pero para conseguir
dejar huella, las prácticas innovadoras deben ser sistemáticas y continuadas, y
deben partir de lo que el profesor hace habitualmente. El centro escolar debe
ser el fundamento y el destino de toda actividad innovadora. Parece aconsejable
que esas actividades se basen en proyectos flexibles y realizables y propicien
además espacios abiertos a la participación de los diferentes ámbitos
relacionados con la educación. La innovación no debe ser sinónimo de
improvisación. La evaluación debería
considerarse un instrumento de referencia en los proyectos de comprensión
lectora. Las pruebas de evaluación pueden ser una ocasión para la innovación o
pueden suponer una cierta distorsión de las prácticas de aula. Evaluar la
comprensión lectora no debería entenderse como un mero ejercicio de pasar
pruebas, sin tener en cuenta los aspectos sociales y culturales de los alumnos.
Las pruebas de evaluación no pueden ignorar la diversidad de situaciones
individuales y comunitarias existentes en las aulas. Habría que estar alerta
para hacer de la evaluación un estímulo para la mejora y no un simple indicador
del rendimiento de los alumnos.
UNA TAREA COLECTIVA
La comprensión lectora no solo incumbe al trabajo en las aulas. Hay
otros muchos espacios en los que también se dirime ese logro. Es sabido que la
lectura realizada por gusto a edades tempranas es un factor determinante en el
rendimiento escolar, al igual que la posesión de libros o las lecturas de los
padres. La comprensión lectora está directamente relacionada con las
experiencias lectoras familiares, aunque a menudo es más importante que los
padres valoren y estimen las lecturas de sus hijos que el hecho de que ellos
mismos lean. Incentivar el gusto por los libros e insertar el hábito lector en
los propios estilos de vida comienza también en los hogares. No solo la escuela o las familias determinan
la consideración pública de la lectura, también los medios de comunicación y las
instituciones públicas contribuyen a ello. El aprecio o el rechazo de la
lectura es siempre una construcción social. Y a menudo resulta contradictorio y
frustrante que mientras en las aulas, las bibliotecas o los hogares se aboga
continuamente en favor de la lectura, personas que gozan de reconocimiento
público -empresarios, deportistas o cantantes- alardean de no haber leído nunca
un libro. El mensaje de que para alcanzar el éxito social no es necesario leer
puede resultar más influyente que horas y horas de trabajo y persuasión en los
centros escolares. No podemos ignorar
que los recortes presupuestarios que están afectando a la enseñanza en los
últimos años está teniendo una influencia negativa en las tareas de innovación
educativa, formación del profesorado o dinamización lectora. Es preciso tomar conciencia de que la
comprensión lectora es una responsabilidad colectiva, una tarea que concierne a
muchos agentes e instituciones, de cuyo entendimiento y cooperación depende en
gran medida el éxito.
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