jueves, 7 de julio de 2016

«Los lectores críticos deben nacer de las aulas»




«Los lectores críticos deben nacer de las aulas»
·         ENTRE LIBROS
·         Juan Mata caza las emociones entre los volúmenes de una colección ecléctica y multidisciplinar
La más dorada y esférica de las zonas residenciales de la capital acoge la casa de Juan Mata Anaya, a quien le siguen haciendo bromas por la coincidencia de su nombre y primer apellido con el de un conocido jugador de fútbol, que ahora se desempeña en el Manchester United. Sin embargo, este jienense de Torredelcampo, quien muy pronto vino a Granada con su familia en busca de la estabilidad económica que el campo no proporcionaba, tiene una ejecutoria vital en la que no necesita correr la banda para ganar y ganarse a quien con él habla de libros, su gran pasión junto con la enseñanza.
Juan Mata Anaya, en la biblioteca de su domicilio granadino. / RAMÓN L. PÉREZ
·         JOSÉ ANTONIO MUÑOZ | GRANADA


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Comenzó leyendo tebeos, cuya denominación -procedente de un epónimo propietario- explica a sus alumnos, que hoy les llaman por el apelativo inglés cómic. Aquellos TBO le abrieron las puertas de un mundo donde las novelas de acción tenían un lugar preeminente. Y la colección de Juan Mata es un inmenso campo para la acción: la suya, que le ha hecho acreedor de una biblioteca con su propio nombre en Ogíjares; la que inspiran decenas de 'juguetitos', como el elefante Elmer, repartidos por los anaqueles, reveladores de ese niño inquieto que sigue siendo, y la de novelas donde los cañones humean a ritmo de jazz, su música favorita. Con todo, la producción propia de artículos y libros sobre la etapa infantil y juvenil justifica ese contacto permanente con las nuevas generaciones, que también llenan sus clases en la Facultad de Ciencias de la Educación.
Su intención primigenia era dedicarse al estudio de la lengua -se licenció en Románicas-, pero el primer trabajo que le ofrecieron en el mundo universitario fue el de enseñar. Comenzó a impartir docencia de forma inopinadamente en la Escuela de Magisterio, y de ahí no volvió a salir. «Sigo teniendo el deseo de aprender, porque la cualidad biológica que nos ha permitido avanzar como especie es la curiosidad. Sin embargo, el sistema educativo frustra en muchas ocasiones esa cualidad. La época de estudios debiera ser la que diera satisfacción a ese impulso, pero en muchos casos, no es así», afirma. «Hay una contradicción evidente entre los discursos políticos y la realidad educativa. Ahora están de moda dos conceptos: creatividad y emprendimiento, pero, ¿cómo se entrena la creatividad cuando se implanta un modelo que tiende a repetir lo ya sabido de modo mecánico?», añade.
Círculo
Mata culpa en buena parte a Círculo de Lectores de su afán literario. «Mi madre tuvo el acierto de suscribirse, y no recuerda por qué. Ahora, muchos de los volúmenes que editaban, de forma muy cuidada por cierto, forman parte de mi biblioteca». Esas pastas duras, esas ediciones en letra grande que facilitaban la lectura, aun a costa de dividir la obra en dos volúmenes, esas sobrecubiertas sencillas pero atractivas... Y claro, la bendita 'obligación' de comprar un volumen cada dos meses, aficionan a alguien a la lectura a poco que tenga un mínimo de sensibilidad, sí o sí.
A los 13 años, eligió del catálogo «porque me gustó lo que decía la entradilla», 'Sinuhé el egipcio'. Cada una de nuestras buenas lecturas nos deja un recuerdo, y en el caso de Mata fue una palabra: trepanación. El concepto alude a la técnica quirúrgica para abrir el cerebro, y le causó, como toda la novela, una honda impresión.
Aquí empezó a crecer su biblioteca, de forma dispersa. El adjetivo no tiene en este punto una connotación negativa. «De hecho, les digo a mis alumnos que no importa si sus lecturas son centrífugas. Las preferencias literarias no tienen por qué ser lineales, hay muchos caminos para descubrir a los grandes autores». Fue su caso con 'El viejo y el mar' de Hemingway, que le aconsejó su profesor tras un fracaso creativo. «Había escrito un poema sobre el mar, y se lo enseñé. Me dijo que era malísimo. Lástima no haberlo conservado, porque, sin duda, debió ser horrible...», dice sonriendo. «Fue entonces cuando me dijo que si yo -un joven de interior-, quería conocer el mar, debía leer esta novela de Hemingway. Y aquí descubrí la buena literatura».
En definitiva, para nuestro contertulio, el gusto literario se educa a través del empírico método del ensayo y el error. «El camino hacia los libros es como el de la vida, un continuo aprendizaje». En su caso, tuvo una época de lecturas moralistas: 'La vida sale al encuentro', de Martín Vigil; 'Una chabola en Bilbao', del mismo autor; 'Edad prohibida' de Torcuato Luca de Tena... «En la adolescencia, una época donde las impresiones quedan marcadas como a fuego, estas lecturas me crearon cierta angustia vital, que con el paso del tiempo considero buena para forjar el carácter», comenta.
Ya en la Universidad, Mata se debatió entre la metaliteratura o el ensayo científico que se repasaba en la aulas y la lectura personal de los textos originales. Al respecto, opina que «muchas veces sabemos demasiado sobre lo que los expertos dicen de una obra y poco sobre la obra misma, porque o la hemos leído deprisa o ni siquiera la hemos leído». La confusión entre erudición y saber podría ser el caldo de cultivo de estos excesos. «Prefiero la interpretación personal, aunque no haga justicia al texto, a una sobreabundancia de notas a pie de página», comenta. «Lo importante es formar lectores de textos originales. La periferia llegará o no. A leer de forma crítica se debe aprender en la escuela y el instituto; los lectores críticos deben nacer de las aulas».
Entonces y ahora, Mata afirma haber descubierto a sus grandes referencias literarias sin un profesor delante. «He enriquecido mucho mi acervo bibliográfico en conversaciones de pasillo y cafetería. Los comentarios de compañeros tienen para mí un valor incluso más potente del que tienen los del aula». Defiende la importancia de los clubes o grupos de lectura, «un espacio de aprendizaje literario muy intenso, y que implica, como dijera Paul Ricoeur, un desplazamiento del eje desde el texto hacia el lector, lo que supone una revolución en el campo de la literatura».
Con esta perspectiva tan amplia, su lista de autores favoritos es igualmente extensa: Onetti, Dovstoievski, Cortázar, Borges, Joan Margarit, poesía del siglo XX... «Me inquietó mucho Alejandra Pizarnik, por lo perturbador de su lenguaje, o Wislawa Szymborska. De ahora me gusta Aurora Luque, Sánchez Rosillo, Antonio Carvajal... La poesía de hoy me parece extraordinaria». Interesado últimamente en el cerebro y las emociones, se confiesa admirado, precisamente, por los efectos de la lectura en el desarrollo cognitivo: «Hoy no solo podemos defender la lectura en abstracto; el cerebro se modifica espectacularmente cuando uno lee». Sobre su mesa, recién terminado, un ensayo de Giovanni Frazzetto, titulado 'Cómo sentimos'. Y tras esta charla, el convencimiento de habernos encontrado con un lector vocacional y un profesor sobrevenido de anchas perspectivas.


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