http://
www.xtec.cat/~ilopez15/materials/expressioescrita/comomiraralaluna.pdf
Hoy sabemos que los fracasos en el aprendizaje de la lectura y la escritura conciernen sobre todo a los niños que han crecido sin libros a su alrededor, sin juegos de lenguaje a la hora de acostarse, sin diálogos acerca de las letras, de modo que nuestra obsesión debería ser evitar que el paso de los días extinga en unos el deseo primario de aprender a leer y, al mismo tiempo, tratar de inculcar en otros el júbilo de internarse en la bosque de las palabras. El conocimiento no es la consecuencia de una simple acumulación de datos, sino el resultado del análisis y la asimilación de esos datos, de modo que los procesos de aprendizaje no pueden ser asimilados a los métodos de enseñanza. Los métodos no crean el conocimiento, a lo sumo lo favorecen o lo entorpecen. Aprender a leer y escribir es, por lo tanto, una obra personal que se realiza en un entorno social que provoca u obstruye. Lejos del desvalimiento y la pasividad que se les suele atribuir, los niños son seres activos que necesitan y persiguen la comprensión del mundo. Y lo hacen primordialmente a través del lenguaje. Sus aprendizajes son el fruto de su curiosidad, de sus deseos, de su diligente y voluntario diálogo con el mundo y los adultos que les proveen, guían y alientan. La evidencia de que el desarrollo intelectual de un niño está en relación directa con la diversidad de experiencias que realice, sobre todo en los primeros años de la infancia, debería inspirar los juicios acerca del aprendizaje de la lectura y la escritura. La buena actividad pedagógica consistiría, básicamente, en proveer actividades de aprendizaje accesibles a un niño y aptas para avivar su curiosidad y su inteligencia. De ese modo, el niño logrará hacer suyas las formas de pensar que vio manifestarse previamente en el adulto. … cuando los niños entran en la escuela primaria están a punto de culminar el aprendizaje y no al contrario, como se supone. Sabemos con certeza que un niño aprende a leer y escribir del mismo modo que realiza los demás aprendizajes, lo que significa que un niño adquiere sus conocimientos de lengua escrita mucho antes de su ingreso en las aulas. … Comenzamos a saber leer mucho antes de saber leer… Quienes han escuchado cuentos, canciones, poemas, rimas y retahílas, han dibujado con regularidad, han tenido relación permanente con la buena literatura o han manejado libros por sí mismos se encuentran en situación más ventajosa a la hora de aprender a leer y escribir que aquellos que han carecido de esas experiencias, pues han ido adquiriendo paulatinamente claves sobre las funciones y el significado de la escritura, las relaciones con la lengua oral, las convenciones sociales que la regulan, la actitud de quienes la utilizan, los principios lingüísticos
www.xtec.cat/~ilopez15/materials/expressioescrita/comomiraralaluna.pdf
Hoy sabemos que los fracasos en el aprendizaje de la lectura y la escritura conciernen sobre todo a los niños que han crecido sin libros a su alrededor, sin juegos de lenguaje a la hora de acostarse, sin diálogos acerca de las letras, de modo que nuestra obsesión debería ser evitar que el paso de los días extinga en unos el deseo primario de aprender a leer y, al mismo tiempo, tratar de inculcar en otros el júbilo de internarse en la bosque de las palabras. El conocimiento no es la consecuencia de una simple acumulación de datos, sino el resultado del análisis y la asimilación de esos datos, de modo que los procesos de aprendizaje no pueden ser asimilados a los métodos de enseñanza. Los métodos no crean el conocimiento, a lo sumo lo favorecen o lo entorpecen. Aprender a leer y escribir es, por lo tanto, una obra personal que se realiza en un entorno social que provoca u obstruye. Lejos del desvalimiento y la pasividad que se les suele atribuir, los niños son seres activos que necesitan y persiguen la comprensión del mundo. Y lo hacen primordialmente a través del lenguaje. Sus aprendizajes son el fruto de su curiosidad, de sus deseos, de su diligente y voluntario diálogo con el mundo y los adultos que les proveen, guían y alientan. La evidencia de que el desarrollo intelectual de un niño está en relación directa con la diversidad de experiencias que realice, sobre todo en los primeros años de la infancia, debería inspirar los juicios acerca del aprendizaje de la lectura y la escritura. La buena actividad pedagógica consistiría, básicamente, en proveer actividades de aprendizaje accesibles a un niño y aptas para avivar su curiosidad y su inteligencia. De ese modo, el niño logrará hacer suyas las formas de pensar que vio manifestarse previamente en el adulto. … cuando los niños entran en la escuela primaria están a punto de culminar el aprendizaje y no al contrario, como se supone. Sabemos con certeza que un niño aprende a leer y escribir del mismo modo que realiza los demás aprendizajes, lo que significa que un niño adquiere sus conocimientos de lengua escrita mucho antes de su ingreso en las aulas. … Comenzamos a saber leer mucho antes de saber leer… Quienes han escuchado cuentos, canciones, poemas, rimas y retahílas, han dibujado con regularidad, han tenido relación permanente con la buena literatura o han manejado libros por sí mismos se encuentran en situación más ventajosa a la hora de aprender a leer y escribir que aquellos que han carecido de esas experiencias, pues han ido adquiriendo paulatinamente claves sobre las funciones y el significado de la escritura, las relaciones con la lengua oral, las convenciones sociales que la regulan, la actitud de quienes la utilizan, los principios lingüísticos
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