Elmer, el elefante de colores
Es tiempo
de descanso escolar y de lecturas en familia. De leer y compartir
historias que nos enseñen valores importantes y respeto por las
diferencias. El cuento de hoy, además de ser uno de mis favoritos, reúne todas esas características. Seguro que muchos conocéis a Elmer, el elefante de colores de David McKee (Ed. Beascoa),
y estaréis de acuerdo en que Elmer es más que un cuento infantil, es
una de esas historias sobre la diversidad a la que de vez en cuando hay
regresar. Y cuanto más la lees, más ideas te transmite, pero el mensaje
principal es el que desde este blog hemos querido trasmitir desde el
principio a través de las lecturas: que la diferencia es un valor
añadido y no un motivo de exclusión, que nos enriquece a todos y que nos
ayuda a conocernos y a ser mejores personas. Por eso, con este
entrañable elefante quiero desearos un Feliz Año cargado de mis mejores
deseos para todos, pero sobre todo, de ánimo y esperanza para las
personas que más lo están necesitando en estos tiempos difíciles. Desde
aquí, recibid mi apoyo y mi cariño, todos estáis aquí presentes.
Elmer es diferente e imprescindible. Os dejo con él.
Había
una vez una manada de elefantes. Había elefantes jóvenes, elefantes
viejos, elefantes gordos, elefantes altos o elefantes flacos. Elefantes
así y asá, todos diferentes, pero todos felices y del mismo color.
Todos... menos Elmer.
Elmer era
distinto. Elmer era multicolor. Elmer era amarillo. Y naranja, y rojo, y
rosa, y morado, y azul, y verde, y negro, y blanco.
Elmer no era de color elefante.
Y era
precisamente Elmer el que hacía reír a los demás elefantes. Unas veces
Elmer les gastaba bromas y otras veces ellos se las gastaban a él. Elmer
era el responsable de casi todas las sonrisas de sus compañeros de
manada.
Una noche
Elmer no podía dormir porque se puso a pensar, y el pensamiento que
estaba pensando era que estaba harto de ser diferente.
"Quién ha oído nunca hablar de un elefante de colores", pensó.
"Por eso todos se ríen cuando me ven".
Por la
mañana temprano, antes de que la manada terminara de despertarse, Elmer
se marchó, sin que nadie se diera cuenta. Caminando por la selva, Elmer
se cruzó con muchos animales.
Todos le decían:
"-Buenos días, Elmer"
Y Elmer siempre sonreía y respondía:
"– Buenos días."
Después de
una larga caminata, Elmer encontró lo que buscaba: un gran arbusto. Un
arbusto enorme repleto de bayas; bayas de color elefante. Elmer cogió el
arbusto con la trompa y lo sacudió una y otra vez para que las bayas se
desprendieran de las ramas.
Cuando el
suelo estuvo cubierto de bayas, Elmer se tumbó y empezó a rodar una vez y
otra vez, para un lado y para el otro, y vuelta a empezar.
Luego fue
cogiendo racimos de bayas y fue frotándose todo el cuerpo con ellos
hasta que no quedó ni rastro de amarillo, de naranja, de rojo, de rosa,
de morado, de azul, de verde, de negro o de blanco.
Cuando terminó, Elmer tenía el aspecto de cualquier otro elefante.
Entonces,
Elmer emprendió el regreso hacia la manada. Por el camino, se volvió a
cruzar con los demás animales. Pero está vez, todos le decían: – Buenos
días, señor elefante. Y Elmer sonreía y respondía, contento de que no le
reconocieran: – Buenos días –.
Cuando Elmer
llegó donde los demás elefantes estaban, todos descansaban
tranquilamente. Ninguno de ellos se dio cuenta de que era Elmer quien se
abría paso hacia el centro de la manada.
Al cabo de
un rato, Elmer se dio cuenta de que algo raro sucedía. ¿Pero qué? Miró a
su alrededor: la misma selva de siempre, el mismo cielo azul de
siempre, la misma nube de tormenta que iba y venía de siempre, y por
último, los mismos elefantes de siempre. Elmer se los quedó mirando.
Los
elefantes no se movían en absoluto; Elmer nunca los había visto tan
serios. Y cuanto más miraba a aquellos elefantes serios, quietos, y
callados, más risa le entraba. Al final, no pudo aguantarse más. Levantó
la trompa y gritó con todas sus fuerzas: ¡¡¡ Buuuh!!!
Los
elefantes quedaron patidifusos.- ¡Por todas las trompas!-exclamaron
mientras Elmer se partía de risa. -¡Elmer! Seguro que ha sido Elmer-. Y
todos los elefantes rompieron a reír como nunca antes lo habían hecho
Y
mientras se reían, empezó a llover. A medida que las gotas de lluvia
caían sobre Elmer, iban dejando al descubierto sus colores. La lluvia ya
había limpiado a Elmer por completo, y los elefantes aún seguían
riéndose.
"- Elmer- dijo un viejo elefante, entre carcajadas-, nos has gastado muchas bromas, pero esta ha sido la más divertida".
"-Tenemos que conmemorar este día todos los años-" sugirió otro.
–Será el Día de Elmer. Todos los elefantes se harán dibujos en la piel y Elmer se pintará de color elefante.
Y eso es precisamente lo que hacen.
Un día al año, se pintan de colores y desfilan.
Ese día, si por casualidad ves un elefante con la piel de color elefante, seguro que es Elmer
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